Algunos
transportistas nos trasladan que somos excesivamente optimistas.
Un reproche duro en un sector después de lo pasado.
Vaya por delante que, aparte del inmobiliario, no hay
industria fácil en estos tiempos.
Por tanto, cuando pensamos que lo peor en el transporte
puede haberse superado, no se hace ni desde el cinisimo
ni desde la ignorancia de sus problemas.
Tampoco desde el olvido de las cientos de empresas de
transporte que han desaparecido estos años, las
dificultades pasada las horas dedicadas, los sinsabores
que distrajeron a tantos transportistas de sus vidas y
sus seres queridos.
Se ha pasado mal y se echa de menos el tiempo perdido
con amigos transportistas hoy desaparecidos, que se hartaron
de pronosticar a dónde conducía la imprevisión
cuando no la negligencia de los que tenían que
defender el sector.
Somos optimistas porque llevamos muchos años, cerca
de 30, en el sector y palpamos que tras la disciplina
de caballo de estos años, se ha ganado en prudencia.
la Administración se ha dado cuenta de la fragilidad
de las empresas y nuevas normas fiscales y de transporte
pueden, con mucha cautela, augurar un futuro mejor.
Además, el transporte, tras años pasados,
puede arrostar mejor que otros sectores la ralentización
de la construcción.
Por último, porque tras 30 años, vemos que
el colectivo de empresarios tiene que fijarse un marco
de mejoría, de reforzamiento de las empresas y
de confianza en el porvenir que los haga unirse y apoyarse
en un objetivo común. Se progresa cuando uno tiene
un anhelo de una meta, sin ella se cae en el victimismo
que desacredita a los que abusan de él.
Pero en el transporte no se debe olvidar que ante la despatrimonialización
de las tarjetas de 1999, la directiva de tiempos y los
nuevos reglamentos del tacógrafo, hubo unos pocos
transportistas, y alguno singular clarividente, que se
opusieron, razonaron, y argumentaron sin descanso, como
era su deber, pero fueron más allás de su
deber al aguantar críticas, insultos e incluso
desprecios de colegas y dirigentes asociativos.
El carácter de un sector, de una actividad, de
una profesión, lo forjan muchas veces unos pocos
que, a pesar de haber sido criticados, luego sirven de
ejemplo a las generaciones futuras. Si ahora alguno quiere
ahora apuntarse a opiniones en las que nunca estuvo y
aparecer de crítico con medidas tomadas. Está
haciendo el ridículo.
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